jueves, 19 de junio de 2014

Toda la hermosura
  duerme en su pelo.
Lo anuda
a la orfandad de sus secretos
cruzándole un pincel.
Pero yo me sé...
uno a uno
sus silencios.
Lo que la angustia
la lluvia sin mi mano
en su entrepierna.

Conozco sus canciones al naufragio.
Hasta ese aire de novia
capaz de fugarse de la iglesia
y correr desnuda entre verbenas
hacia miles de lunas de miel.
También le intuyo la humedad.
Sé que se curva y llora sacramentos.
Si a la urgencia de su boca
le falta la colmena de mis besos.
Hasta le advierto los conjuros.
Los presagios.
Lo que nunca supe
es cómo hace la sirena
para quitarse así la blusa.
Al darme a probar otros poemas
en la aureola de sus pechos.
Cuando debajo de su ombligo
inicia el mar.
D.